Un embalse lleno

Mi embalse está lleno, he llorado más de lo que imagine en la vida. He sentido el dolor más profundo y el desagarro enorme de mi propio corazón.

Si, mi embalse está lleno.

A veces me cuesta mirarlo. A veces hago como si no estuviese, como si su presencia no alterase lo que soy como persona. Pero eso es imposible, al rato lo veo, lo siento, lo percibo, acumulándose aún más, sintiendo como los muros se comienzan a trizar, como se llena de quiebres, rajaduras y poco a poco comienzan a gotear.

Se que es algo inevitable, si no miro el embalse, si no le doy tiempo éste se derrumbará, se romperá, y toda esa agua saldrá sin escrúpulos, explotará, me llevará con ella, me hundirá, me llevará a lo profundo, tan profundo que me será difícil poder volver a la superficie.

Por otro lado, dejarlas salir significa enfrentar el dolor, mis tristezas, mis angustias.

No, no quiero. Tengo miedo. Miedo a sentir más dolor. Miedo a dejar salir toda esa pena. Miedo a abrir esta llave y no poder volver a cerrarla.

Veo en el agua mi reflejo, mis lágrimas, todas ellas que fueron creando este gran embalse, lagrimas del amor por mi hija, del dolor por perderla. Lagrimas por entender la vida en su realidad, no en el cuento de hadas, sino que abrir el telón y en el fondo perder toda inocencia.

Tengo miedo de caerme a ese embalse. Tengo miedo que se abra la represa. Miedo a que se rompa, que el agua salga y me lleve…

Me desplome

Me arrastre

Y me ahogue.

Es tanta agua, es tan profunda que si caigo no sé si pueda volver a flotar.

Ya no sé nadar-

Ya no puedo nadar

Tampoco quiero hacerlo.

Antes me declaraba fuerte y valiente. Hoy lo único que quiero es esconderme, ocultarme de todo, incluso de mí misma para no tener que ver todo lo que hay. Todo ese dolor que está. Que sigue aquí conmigo. Que caminará siempre a mi lado. Que este embalse siempre estará lleno.

Porque es mi dolor.

Es mi tristeza.

Y eso jamás desaparecerá.